El extenso mundo del deporte esta plagado de personajes con historias de vida fascinantes. Las hay alegres, tristes, épicas, emotivas y caóticas. En esta última categoría se podría encuadrar la de Robert James Fischer, más conocido en todo el planeta como Bobby Fischer. La existencia de este ajedrecista que es considerado por muchos como el mejor de todos los tiempos, esta plagada de polémicas, gloria, misteriosas desapariciones y partidas de ajedrez que ocupan un lugar destacado en libros referidos al mundo de los trebejos.
Fisher comenzó a mover sus primeras piezas en el tablero a temprana edad de 6 años en diferentes clubes de Nueva York, ciudad a la que había llegado junto con su madre y su hermana provenientes desde Chicago. Cuando empezó a tomarse esta actividad más en serio, el nacido en una tradicional familia judía y con padres separados no mostraba grandes destrezas, pero su explosión llegaría en la adolescencia, cuando con sólo 16 primaveras y con un coeficiente superior al de Albert Einstein logró las normas necesarias para ser Gran Maestro.
A partir de ese momento, Fischer se convirtió en imbatible y comenzó una carrera directa hacía el estrellato. Los medios más importantes de Estados Unidos comenzaron a darle un espacio mayor al ajedrez como consecuencia de la aparición de este precoz genio. Cada vez que se presentaba en alguna competencia era la máxima atracción, inclusive por encima de jugadores de mayor edad, títulos y experiencia. Gracias a sus magistrales partidas, fue conocido como el Mozart del ajedrez.
La imagen más normal en aquel momento después de cada torneo era ver a Fischer campeón y logrando triunfos aplastantes. Uno de los encuentros más recordados de la carrera del nacido el 9 de marzo de 1943 fue en el campeonato de Estados Unidos de 1956, cuando con negras superó en 41 movidas a Donald Byrne. Este match pasó a los anales del ajedrez y recibió el nombre de La Inmortal del Siglo XX.
Así como en estos días el suizo Roger Federer domina a placer el circuito de tenis, Fischer, de algún modo, hacía lo mismo con el juego-ciencia. El desenlace de los torneos era siempre el mismo: Fischer en lo más alto de las posiciones y con el trofeo en la mano. El peor resultado fue un segundo puesto en Santa Mónica en 1966. Pero a pesar de ser la máxima atracción y el hombre a vencer, el título del mundo se le negaba. Reiteradas peleas con los dirigentes y las innumerables condiciones que colocaba para jugar lo alejaban del logro más importante que puede obtener alguien que se sienta delante del tablero de 64 casillas. Por esos años, el campeón del mundo se dirimía entre los soviéticos, ya que la URSS era por escándalo la potencia por excelencia. Después de décadas de dominio ruso, Fischer se encargo de derrumbarlo.
A principios de la década del 70, para llegar a disputar el match por la corona mundial había que pasar una dura competencia que se denominaba el Torneo de Candidatos. En este certamen participan los mejores 8 del ranking de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) y ganador de este duro certamen que duraba 3 años, tenía derecho a enfrentar al campeón del mundo para destronarlo. A pesar del amplio dominio que tenía Fischer, recién pudo llegar a la pelea por la corona mundial en 1972, que en ese momento estaba en poder del soviético Boris Spassky, uno de los rivales más importantes que tenía el estadounidense. Sin saberlo, los dos rivales se iban a convertir en los protagonistas de uno de los hechos deportivos más trascendentes de la historia.
Todo comenzó cuando Fischer ganó el Torneo de los Candidatos casi sin despeinarse. En primera ronda venció a Mark Taimanov por 6-0, en la siguiente instancia, que tuvo como sede a Buenos Aires, superó al danés Bent Larssen por el mismo resultado y, por último, despachó a Tigran Petrosian, uno de los grandes maestros de todos los tiempos, por 6,5-2,5.
El triunfo de Fischer le generó el primero de los varios dolores de cabeza que iba a tener la FIDE con este match, que era la elección de la sede. Como siempre se enfrentaban dos soviéticos, se elegía una ciudad detrás de la Cortina de Hierro y el asunto estaba terminado. Pero ahora la situación era distinta. Después de muchas ideas y vueltas, el lugar elegido fue Reykiavik, capital de Islandia.
Los pormenores que tuvo este match no entrarían en esta nota ya sería que sería necesario un libro (de hecho hace poco salió uno muy recomendable que llama Bobby Fischer fue a la guerra). Pero, para resumir, Fischer no llegó a tiempo porque a último momento no acepto el dinero que le ofrecían, pero por presiones de su entorno, de la prensa, de la Casa Blanca y de un empresario inglés presidente de la federación de británica que aportó el dinero restante, obligaron al retador hacerse presente en tierras islandesas.
Después de casi dos meses de una cruel guerra psicológica, Fischer se alzó con el título del mundo al imponerse a Spassky por 12,5-8,5. Así rompía la hegemonía y todo parecía indicar que empezaba una nueva era en el juego-ciencia, pero no fue así.
Como rey de los trebejos, Fischer desapareció. No participaba en ningún campeonato y poco era lo que se sabía sobre su paradero. En 1975 debía defender su título ante un joven Anatoly Karpov, pero por sus desavenencias con la FIDE no se presentó a disputar ningún partido y así perdió el título que volvió a suelo socialista. El negarse a presentarse a defender su corona fue el último dato concreto que se tuvo de Fischer, ya que fue como si la tierra lo hubiera tragado.
El ex campeón volvió a dar señales de vida en 1992, cuando en Belgrado, capital de Yugoslavia, se enfrentó en un match revancha no oficial ante Spassky, ahora nacionalizado francés. A Fischer le importó muy poco las sanciones de la ONU que pesaban sobre el país del este de Europa e igualmente se presentó a jugar. Este acto de rebeldía, por llamarlo de alguna manera, le valió un orden de captura internacional por parte del FBI.
Nuevamente, Fischer se esfumó después de vencer a Spasski 10-5. Todo lo que rodeaba a uno de los grandes genios del ajedrez era un misterio para todos, no había ni siquiera una mínima pista de dónde estaba. Fiel a su estilo siempre polémico, Fischer comenzó a dar una serie de entrevistas radiales en medios del sudoeste asiático con la única exigencia de que fueran en vivo. Por lo general, sus respuestas apuntaban a criticar de manera muy dura a George Bush.
Pero el pináculo de sus dichos llegó el 11 de septiembre de 2001. Mientras en Nueva York la Torres Gemelas pasaban a la historia y se cobraban miles de victimas, Fischer estaba dando una nota para una radio tailandesa. Lo que estaba ocurriendo en la ciudad en donde él empezó con el ajedrez fue una gran noticia, ya que se alegró de las informaciones que llegaban desde su país natal. Como era lógico, sus declaraciones causaron un alto grado de indignación en Estados Unidos.
En 2004, Fischer volvió a aparecer. Fue en el aeropuerto de Tokio, en donde fue detenido por poseer un pasaporte vencido. Inmediatamente el Estado estadounidense pidió que lo deportaran, cosa que se cumplió después de muchos tires y aflojes. Fischer pasó uno días detenidos en su país, pero tuvieron que liberarlo porque desde Islandia el gobierno de aquella nación le había otorgado la ciudadanía islandesa. Una vez libre, el ex monarca del ajedrez se fue para la tierras gélidas del norte, en donde se cree que todavía esta.
En la actualidad no se sabe nada de Fischer. Se cree que continúa en Islandia y que tiene una hija, pero nadie lo puede confirmar. El mito dice que es un habitual participante en sitios de Internet en los cuales se pueden jugar partidos de ajedrez online, ya que algunos testigos dicen haber reconocido algunas jugadas características del gran maestro. Más allá de las leyendas o de sus declaraciones explosivas, Bobby Fischer sobre el tablero no dejo dudas de que era un genio increíble.
Fisher comenzó a mover sus primeras piezas en el tablero a temprana edad de 6 años en diferentes clubes de Nueva York, ciudad a la que había llegado junto con su madre y su hermana provenientes desde Chicago. Cuando empezó a tomarse esta actividad más en serio, el nacido en una tradicional familia judía y con padres separados no mostraba grandes destrezas, pero su explosión llegaría en la adolescencia, cuando con sólo 16 primaveras y con un coeficiente superior al de Albert Einstein logró las normas necesarias para ser Gran Maestro.
A partir de ese momento, Fischer se convirtió en imbatible y comenzó una carrera directa hacía el estrellato. Los medios más importantes de Estados Unidos comenzaron a darle un espacio mayor al ajedrez como consecuencia de la aparición de este precoz genio. Cada vez que se presentaba en alguna competencia era la máxima atracción, inclusive por encima de jugadores de mayor edad, títulos y experiencia. Gracias a sus magistrales partidas, fue conocido como el Mozart del ajedrez.
La imagen más normal en aquel momento después de cada torneo era ver a Fischer campeón y logrando triunfos aplastantes. Uno de los encuentros más recordados de la carrera del nacido el 9 de marzo de 1943 fue en el campeonato de Estados Unidos de 1956, cuando con negras superó en 41 movidas a Donald Byrne. Este match pasó a los anales del ajedrez y recibió el nombre de La Inmortal del Siglo XX.
Así como en estos días el suizo Roger Federer domina a placer el circuito de tenis, Fischer, de algún modo, hacía lo mismo con el juego-ciencia. El desenlace de los torneos era siempre el mismo: Fischer en lo más alto de las posiciones y con el trofeo en la mano. El peor resultado fue un segundo puesto en Santa Mónica en 1966. Pero a pesar de ser la máxima atracción y el hombre a vencer, el título del mundo se le negaba. Reiteradas peleas con los dirigentes y las innumerables condiciones que colocaba para jugar lo alejaban del logro más importante que puede obtener alguien que se sienta delante del tablero de 64 casillas. Por esos años, el campeón del mundo se dirimía entre los soviéticos, ya que la URSS era por escándalo la potencia por excelencia. Después de décadas de dominio ruso, Fischer se encargo de derrumbarlo.
A principios de la década del 70, para llegar a disputar el match por la corona mundial había que pasar una dura competencia que se denominaba el Torneo de Candidatos. En este certamen participan los mejores 8 del ranking de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) y ganador de este duro certamen que duraba 3 años, tenía derecho a enfrentar al campeón del mundo para destronarlo. A pesar del amplio dominio que tenía Fischer, recién pudo llegar a la pelea por la corona mundial en 1972, que en ese momento estaba en poder del soviético Boris Spassky, uno de los rivales más importantes que tenía el estadounidense. Sin saberlo, los dos rivales se iban a convertir en los protagonistas de uno de los hechos deportivos más trascendentes de la historia.
Todo comenzó cuando Fischer ganó el Torneo de los Candidatos casi sin despeinarse. En primera ronda venció a Mark Taimanov por 6-0, en la siguiente instancia, que tuvo como sede a Buenos Aires, superó al danés Bent Larssen por el mismo resultado y, por último, despachó a Tigran Petrosian, uno de los grandes maestros de todos los tiempos, por 6,5-2,5.
El triunfo de Fischer le generó el primero de los varios dolores de cabeza que iba a tener la FIDE con este match, que era la elección de la sede. Como siempre se enfrentaban dos soviéticos, se elegía una ciudad detrás de la Cortina de Hierro y el asunto estaba terminado. Pero ahora la situación era distinta. Después de muchas ideas y vueltas, el lugar elegido fue Reykiavik, capital de Islandia.
Los pormenores que tuvo este match no entrarían en esta nota ya sería que sería necesario un libro (de hecho hace poco salió uno muy recomendable que llama Bobby Fischer fue a la guerra). Pero, para resumir, Fischer no llegó a tiempo porque a último momento no acepto el dinero que le ofrecían, pero por presiones de su entorno, de la prensa, de la Casa Blanca y de un empresario inglés presidente de la federación de británica que aportó el dinero restante, obligaron al retador hacerse presente en tierras islandesas.
Después de casi dos meses de una cruel guerra psicológica, Fischer se alzó con el título del mundo al imponerse a Spassky por 12,5-8,5. Así rompía la hegemonía y todo parecía indicar que empezaba una nueva era en el juego-ciencia, pero no fue así.
Como rey de los trebejos, Fischer desapareció. No participaba en ningún campeonato y poco era lo que se sabía sobre su paradero. En 1975 debía defender su título ante un joven Anatoly Karpov, pero por sus desavenencias con la FIDE no se presentó a disputar ningún partido y así perdió el título que volvió a suelo socialista. El negarse a presentarse a defender su corona fue el último dato concreto que se tuvo de Fischer, ya que fue como si la tierra lo hubiera tragado.
El ex campeón volvió a dar señales de vida en 1992, cuando en Belgrado, capital de Yugoslavia, se enfrentó en un match revancha no oficial ante Spassky, ahora nacionalizado francés. A Fischer le importó muy poco las sanciones de la ONU que pesaban sobre el país del este de Europa e igualmente se presentó a jugar. Este acto de rebeldía, por llamarlo de alguna manera, le valió un orden de captura internacional por parte del FBI.
Nuevamente, Fischer se esfumó después de vencer a Spasski 10-5. Todo lo que rodeaba a uno de los grandes genios del ajedrez era un misterio para todos, no había ni siquiera una mínima pista de dónde estaba. Fiel a su estilo siempre polémico, Fischer comenzó a dar una serie de entrevistas radiales en medios del sudoeste asiático con la única exigencia de que fueran en vivo. Por lo general, sus respuestas apuntaban a criticar de manera muy dura a George Bush.
Pero el pináculo de sus dichos llegó el 11 de septiembre de 2001. Mientras en Nueva York la Torres Gemelas pasaban a la historia y se cobraban miles de victimas, Fischer estaba dando una nota para una radio tailandesa. Lo que estaba ocurriendo en la ciudad en donde él empezó con el ajedrez fue una gran noticia, ya que se alegró de las informaciones que llegaban desde su país natal. Como era lógico, sus declaraciones causaron un alto grado de indignación en Estados Unidos.
En 2004, Fischer volvió a aparecer. Fue en el aeropuerto de Tokio, en donde fue detenido por poseer un pasaporte vencido. Inmediatamente el Estado estadounidense pidió que lo deportaran, cosa que se cumplió después de muchos tires y aflojes. Fischer pasó uno días detenidos en su país, pero tuvieron que liberarlo porque desde Islandia el gobierno de aquella nación le había otorgado la ciudadanía islandesa. Una vez libre, el ex monarca del ajedrez se fue para la tierras gélidas del norte, en donde se cree que todavía esta.
En la actualidad no se sabe nada de Fischer. Se cree que continúa en Islandia y que tiene una hija, pero nadie lo puede confirmar. El mito dice que es un habitual participante en sitios de Internet en los cuales se pueden jugar partidos de ajedrez online, ya que algunos testigos dicen haber reconocido algunas jugadas características del gran maestro. Más allá de las leyendas o de sus declaraciones explosivas, Bobby Fischer sobre el tablero no dejo dudas de que era un genio increíble.
Foto 1: Momento del histórico enfrentamiento por el título del mundo entre Spassky y Fischer. (http://www.hisnibs.com)
Foto 2: Una de las última imagenes que se conocieron de Fischer. (www.wikipedia.org)
Este video es un informe de ESPN sobre Bobby Fischer en donde se incluyen las declaraciones sobre lo ocurrido el 11 de septiembre de 2001.
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