Como al parecer últimamente no sé me cae una ídea para escribir en el blog, aca dejo una interesante nota escrita por Sandra Russo en el diario Página 12 de hoy sobre Macri y las próximas elecciones porteñas.
De golpe me pareció que la Capital es Francia votando a Sarkozy, ese ex ministro del Interior que ganó las elecciones de un país que pese a sus buenos modales, su extensa cultura y su refinamiento, o acaso precisamente por todo eso, porque la cultura a veces es liberadora y otras veces encarceladora, no quiere negros.
Casi todas las encuestas dan a Macri primero. El devenir de los acontecimientos y la sedimentación de datos en eso que se llama opinión pública es tan vertiginoso que no permite la comprensión de algunos fenómenos. O por lo menos, no permite la mirada límpida sobre esos fenómenos que, como en este caso, encubren otro tipo de miseria; no la de los miserables que cargan con sus harapos, sino la de muchísimos Señores López que llevan vidas centradas en sus expensas, en sus tardes de shopping, en sus autos nuevos, en sus veredas manchadas de pobres.
¿Macri Mauricio jefe de Gobierno de esta ciudad? Oops, ¿qué está pasando? ¿Ese tipo que no pisa el barro y se sube a un cajón de manzanas será el elegido por un electorado que quiere una ciudad sin baches? ¿De qué preocupaciones sociales y éticas se hace cargo un electorado que se inclina por un hijo de rico que es rico y que a duras penas ha controlado en los últimos tiempos la verbalización de sus verdaderos pensamientos? La gente en campaña no dice lo que piensa. Eso lo sabe cualquier mayor de doce años.
En campaña, el propio Sarkozy moderó su ánimo xenófobo. Francia votó a ese Sarkozy moderado, pero todo fue una fantochada: Francia no votó moderación, sino mano dura con los negros. Sarkozy es el mismo Sarkozy que anhelaba, meses antes, una Francia pura, preparada para repeler negros extranjeros provenientes de países de mierda. Eso votó Francia. La moderación de campaña siempre es mentira. La gente vota recordando. La gente vota un carácter. Los franceses votaron a un tipo que los protegerá, de la manera que sea necesaria, aun con la fuerza, de la invasión de negros.
La Capital Federal tiene un diez por ciento de pobres y un dos por ciento de indigentes. Los negros vienen de otra parte. En lugar de venir de Pakistán o de Angola vienen de González Catán o La Matanza. Vienen del conurbano, donde se apiñan, donde se multiplican, donde sobreviven. Vienen a cartonear o a atenderse en los hospitales públicos. Vienen a cirujear, a vender porquerías en los semáforos o en el mejor de los casos a hacer changas irregulares en construcción o servicio doméstico.
¿Cuál es la manera más honesta de pensar la Capital? ¿La Capital para los porteños o la Capital para los porteños y los desharrapados que llegan en los trenes todos los días a ver si juntan sus monedas? Incluso en el lanzamiento de su campaña, bochornosamente planeada entre pobres, Macri no pudo sortear su propio carácter repelente, y puso en escena a una niña a la que después, reflexionando, dijo que le hubiese tenido que decir “retirate”.
Humildemente, no creo que se pueda pensar esta Capital sólo para los porteños. Eso es una ilusión, una mentira y una mezquindad ética. Esta Capital no les pertenece sólo a los porteños, como Francia no les pertenece sólo a los franceses. La inercia de esta época hace necesario pensar los lugares, todos los lugares, como espacios de tránsito a los que llegan todos, absolutamente todos los que necesitan llegar, si en sus propios lugares la vida resulta insoportable. La globalización, y la microglobalización entre la Capital y el conurbano nos obliga, nos guste o no, a hacernos cargo de nuestras decisiones ciudadanas teniendo en cuenta que no hay otra alternativa que buscar soluciones que incluyan ese tránsito.
Macri ha querido, por épocas, reprimir a los piqueteros y detener a los cartoneros. Esas cosas no se dicen en campaña, pero si el voto popular lo elige, estará eligiendo esa derecha que no quiere mugre a la vista. Todo lo demás se desprende de eso: ése es el carácter reaccionario que seduce a los porteños que van a votarlo. Un carácter sarkoziano que incluye fantasías de expulsión, deportación, mano dura, reafirmación de una identidad construida con blazers de alpaca peruana y tapaditos Marilú. Un carácter Barrio Norte o Palermo Chico o Barrio Parque que actúe como un filtro para tanta negrada que afea el paisaje. Los slogans de campaña son galletitas para monos.
La Capital está a punto de dar un examen de ética con el débil. Si las encuestas no mienten, seremos afrancesados, pero en la forma más vil del ser francés.
Casi todas las encuestas dan a Macri primero. El devenir de los acontecimientos y la sedimentación de datos en eso que se llama opinión pública es tan vertiginoso que no permite la comprensión de algunos fenómenos. O por lo menos, no permite la mirada límpida sobre esos fenómenos que, como en este caso, encubren otro tipo de miseria; no la de los miserables que cargan con sus harapos, sino la de muchísimos Señores López que llevan vidas centradas en sus expensas, en sus tardes de shopping, en sus autos nuevos, en sus veredas manchadas de pobres.
¿Macri Mauricio jefe de Gobierno de esta ciudad? Oops, ¿qué está pasando? ¿Ese tipo que no pisa el barro y se sube a un cajón de manzanas será el elegido por un electorado que quiere una ciudad sin baches? ¿De qué preocupaciones sociales y éticas se hace cargo un electorado que se inclina por un hijo de rico que es rico y que a duras penas ha controlado en los últimos tiempos la verbalización de sus verdaderos pensamientos? La gente en campaña no dice lo que piensa. Eso lo sabe cualquier mayor de doce años.
En campaña, el propio Sarkozy moderó su ánimo xenófobo. Francia votó a ese Sarkozy moderado, pero todo fue una fantochada: Francia no votó moderación, sino mano dura con los negros. Sarkozy es el mismo Sarkozy que anhelaba, meses antes, una Francia pura, preparada para repeler negros extranjeros provenientes de países de mierda. Eso votó Francia. La moderación de campaña siempre es mentira. La gente vota recordando. La gente vota un carácter. Los franceses votaron a un tipo que los protegerá, de la manera que sea necesaria, aun con la fuerza, de la invasión de negros.
La Capital Federal tiene un diez por ciento de pobres y un dos por ciento de indigentes. Los negros vienen de otra parte. En lugar de venir de Pakistán o de Angola vienen de González Catán o La Matanza. Vienen del conurbano, donde se apiñan, donde se multiplican, donde sobreviven. Vienen a cartonear o a atenderse en los hospitales públicos. Vienen a cirujear, a vender porquerías en los semáforos o en el mejor de los casos a hacer changas irregulares en construcción o servicio doméstico.
¿Cuál es la manera más honesta de pensar la Capital? ¿La Capital para los porteños o la Capital para los porteños y los desharrapados que llegan en los trenes todos los días a ver si juntan sus monedas? Incluso en el lanzamiento de su campaña, bochornosamente planeada entre pobres, Macri no pudo sortear su propio carácter repelente, y puso en escena a una niña a la que después, reflexionando, dijo que le hubiese tenido que decir “retirate”.
Humildemente, no creo que se pueda pensar esta Capital sólo para los porteños. Eso es una ilusión, una mentira y una mezquindad ética. Esta Capital no les pertenece sólo a los porteños, como Francia no les pertenece sólo a los franceses. La inercia de esta época hace necesario pensar los lugares, todos los lugares, como espacios de tránsito a los que llegan todos, absolutamente todos los que necesitan llegar, si en sus propios lugares la vida resulta insoportable. La globalización, y la microglobalización entre la Capital y el conurbano nos obliga, nos guste o no, a hacernos cargo de nuestras decisiones ciudadanas teniendo en cuenta que no hay otra alternativa que buscar soluciones que incluyan ese tránsito.
Macri ha querido, por épocas, reprimir a los piqueteros y detener a los cartoneros. Esas cosas no se dicen en campaña, pero si el voto popular lo elige, estará eligiendo esa derecha que no quiere mugre a la vista. Todo lo demás se desprende de eso: ése es el carácter reaccionario que seduce a los porteños que van a votarlo. Un carácter sarkoziano que incluye fantasías de expulsión, deportación, mano dura, reafirmación de una identidad construida con blazers de alpaca peruana y tapaditos Marilú. Un carácter Barrio Norte o Palermo Chico o Barrio Parque que actúe como un filtro para tanta negrada que afea el paisaje. Los slogans de campaña son galletitas para monos.
La Capital está a punto de dar un examen de ética con el débil. Si las encuestas no mienten, seremos afrancesados, pero en la forma más vil del ser francés.
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